Jugarse la vida

    5:55 am. Se abría la puerta de un departamento de Puerto Madero, Carlos con una sonrisa en la cara venía del casino y se dispuso a prepararse un desayuno. 

    6 am. suena la alarma del reloj en la habitación de Carlos, su mujer se levanta y va a la cocina a saludar a su marido y preguntarle cómo le había ido en el trabajo, poco sabía ella que esa noche  como todas las otras, él se había ido al casino a probar suerte. Aun así Carlos le dijó que estuvo bien y que estaba un poco cansado nomás, claro, venía sosteniendo la mentira del trabajo como guardia de seguridad hace unos años, mientras aprovechaba esa coartada para ir a jugar a la ruleta. Carlos tenía la vida hecha, había recibido una herencia multimillonaria de sus padres, no necesitaba la plata y es por eso que su esposa le recriminaba su “dedicación” como para seguir trabajando sin necesitarlo.

  23 pm. Con la excusa de su trabajo Carlos salió de su hogar, esta vez se sentía con más suerte de la habitual, pero contrario a lo que le solia pasar durante dos horas perdió todo lo que jugó y en vez de volverse a casa como haría cualquier persona decidió sacar más plata y jugar y jugar y jugar así hasta las 4 am, momento en el que decidió ir a jugar al poker clandestino con “amigos” que había conocido durante su larga estadía en el mundo del juego. Estaba desesperado y solo quería ganar. En el poker su suerte no cambió y perdió luego de un corto tiempo, quiso volver a entrar a jugar a cambio de una gran cantidad de guita pero no lo dejaron, tenía que esperar con otro hombre que también había perdido.

Ese hombre, que le reveló que también era millonario, le propuso un juego con un premio enorme: la fortuna de él contra la suya. Este desconocido había notado lo desesperado que estaba Carlos por ganar y quería probar hasta donde era capaz de llegar. 

   4 Am en el departamento del desconocido en Barracas se pusieron en juego desde enormes cantidades de billetes, papeles de autos, departamentos y cuentas bancarias. El juego era la ruleta rusa, el famoso juego donde la única forma de perder es morir. Se sortearon los turnos y le tocaba arrancar a Carlos, se apuntó a la cabeza, apretó y la bala no salió, era turno del hombre. Apuntó, disparo… Nada. Otra vez Carlos, antes de disparar se le pasó la vida por los ojos y se dio cuenta de lo que tenía y de lo que estaba poniendo en juego solo por la sensación de ganar y decidió arrepentirse, dejó el arma y encaró hacia la puerta mientras tomaba sus cosas y le decía al desconocido que no tenía sentido hacer esto. Poco sabia él que era todo una trampa, el hombre sacó un arma de abajo de la mesa y lo mató, quedándose con todo. 

   El cuerpo  de Carlos nunca fue encontrado pero su alma sigue buscando la forma de volver a la vida.

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